EL IDEAL ANARQUISTA VIVIDO EN PRIMERA PERSONA, JUANA ROUCO BUELA

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En los márgenes de esta sección no acostumbramos a trabajar perfiles biográficos por apostar a la iconoclastia de las experiencias colectivas. Pero en el marco de las reivindicaciones de género canalizadas anualmente los 8 de marzo, nos parece propicio presentar los rasgos distintivos de una mujer pionera en las reivindicaciones del feminismo revolucionario y una de las más destacadas propagandistas del movimiento forista.

En abril de 1889, en el seno de una familia proletaria de Madrid, nació Juana Rouco. En 1900 arribó, junto con su madre, a Buenos Aires en búsqueda de un mejor pasar. Desde muy corta edad Juana tuvo que trabajar para ayudar a su familia, empleándose como costurera y luego ocupando otros oficios dentro de la rama de la confección [1], lo que también derivó que desde muy joven haya entrado en contacto con el ambiente del gremialismo obrero en auge a principios del siglo XX, tomando partido, a su vez, por las ideas anarquistas.

Su bautismo de fuego se produjo ante la represión ocasionada en el acto del 1 de mayo de 1904, donde Juana, junto a otras y otros asistentes a la manifestación buscaron socorrer a los heridos, y en el cual finalmente resultó muerto el obrero Ocampo. Al año siguiente es invitada a participar en el V Congreso de la FORA en representación indirecta de las obreras de la Refinería Argentina de Rosario, tomando la palabra en este trascendental acto con tan solo 16 años [2]. En 1907, al acontecer los sucesos de la “huelga de inquilinos”, Juana tuvo un rol destacado en los actos callejeros que se realizaban al calor del reclamo, como también participó como oradora en el entierro del joven Miguel Pepe en representación del Centro Femenino Anarquista. Esta actuación le valió la deportación a su España natal, medida represiva en boga por aquellos años.

El Centro Femenino Anarquista de Buenos Aires, recién mencionado, fue formado junto a María Collazo a principios de 1907, en el cual participaron varias de las compañeras más activas de la época, y desde donde fijaron los lineamientos de la intervención de las mujeres libertarias dentro del campo social. Sus postulados se diferenciaban del conjunto del feminismo de aquellos años, que centraba sus reivindicaciones en la conquista de derechos civiles, como el sufragio. Para las anarquistas, este horizonte no implicaba una transformación sustancial en su condición social, para lo cual reivindicaban la total independencia de la tutela masculina, el derecho a la instrucción y las relaciones libres, basadas en el acuerdo afectivo y no en los contratos nupciales, rechazando así, la legislación estatal como premisa para su independencia. 

La participación de las mujeres en la vida social de aquellos años era limitada y problemática, y el ámbito gremial, e incluso el anarquista, no fueron la excepción. Las mujeres debían lidiar con la hostilidad manifiesta del conjunto de los hombres, quienes consideraban que los espacios públicos estaban reservados a su participación, y que las mujeres debían resguardar el sostén del hogar, o, en el mejor de los casos, mejorar su educación para obtener herramientas para su desempeño público [3]. Por esto mismo es que la figura de mujeres como Juana Rouco son tan paradigmáticas, en tanto representaron un contraejemplo de la figura femenina: audaz, sensible, confrontativa, solidaria y comprometida con las problemáticas sociales.

Otra faceta destacable en la trayectoria de esta compañera fue su labor propagandística, primero como oradora, siendo designada como representante de la FORA para asistir en actos y campañas solidarias a lo largo y ancho del país durante varias décadas. Pero también en su rol de escritora y editora, ya que dedicó ingentes esfuerzos para colaborar con diversas publicaciones donde sus posicionamientos críticos eran bien recibidos. Como editora destaca la publicación de Nuestra Tribuna, revista que se presentaba como quincenario femenino de ideas, arte, crítica y literatura. Este proyecto representa un hito fundamental en su trayectoria ya que se convirtió en una referencia dentro del mundo la cultura anarquista y feminista. La misma fue publicada desde Necochea y luego Tandil, entre los años 1922 y 1925, guardando como rasgo distintivo que el grupo editor y el de colaboradoras hayan estado integrados exclusivamente por mujeres.

Un rasgo que nos gustaría resaltar es el hecho de su permanencia en el ambiente libertario a lo largo de toda su vida, hasta 1969, cuando fallece a los 80 años de edad. Integró y colaboró con múltiples entidades en diversas ciudades del país y brindó todos sus esfuerzos para acercar la cultura y las premisas redentoras del anarquismo al público más amplio posible. Incluso tomó parte activa de las deliberaciones suscitadas en el XI Congreso de la FORA de 1968. 

La figura de Juana es destacada por las características anteriormente señaladas, pero también porque su trayectoria es más accesible en comparación a la de cientos de otras mujeres que participaron de la FORA a lo largo del siglo XX. En primer lugar por los múltiples registros que dejó su destacada participación pública en los diferentes escenarios mencionados, pero también, por el registro que ella misma dejó de sus experiencias al escribir su autobiografía (Historia de un ideal vivido por una mujer, reeditado recientemente por nuestra editorial), único en su estilo, y por las investigaciones que su figura atrajeron y que fueron plasmados en diversos estudios académicos y en los documentales audiovisuales producidos en los últimos años, como son: Juanas. Bravas Mujeres, de Sandra Godoy y Juana, de Daiana Rosenfeld.

Esperamos que el rescate de las experiencias del pasado de nuestro movimiento revolucionario, en esta ocasión, personificado en la figura de Rouco Buela, contribuyan a las experiencias del presente, en donde las reivindicaciones con perspectiva de género, ineludibles para todo movimiento emancipatorio, han alcanzado una difusión inédita.[1] En 1919, junto con Cesáreo Díaz y Francisco Figola, impulsaron la organización de la Federación Obrera de la Aguja, congregando a sastres, modistas, costureras y camiseras.[2] En el mismo se acordó la recomendación del comunismo anárquico como finalidad revolucionaria. Su objetivo es orientar el perfil de la Federación e impedir que las reivindicaciones se limiten a las mejoras inmediatas.[3] El menor nivel educativo recibido por las mujeres es un factor histórico, pero a los ojos de la militancia de izquierda representaba un factor de atraso para las reivindicaciones sociales, adjudicándole a las mujeres el sostén de posiciones conservadoras.
JC
Memoria Histórica extraído del Organización Obrera publicado el 7 de Marzo del 202 https://organizacion-obrera.fora.com.ar/2022/03/07/el-ideal-anarquista-vivido-en-primera-persona-juana-rouco-buela/

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